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Tetuán, la paloma blanca del Yebala

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Por Luis Falcón.

Recibo mensaje de un amigo, escritor y compañero periodista marroquí, Rachid, que hacía perdido en el túnel del tiempo… Anida en Tánger, pero me trae a la memoria aquellos días en que llegamos a nuestro destino, TETUÁN, tras una buena caminata en la que fuimos sorteando hombres y zocos, cabras y niños, chaquetas, chilabas, voces regateando, mujeres embozadas, perros y charcos, gallinas, olor a cilantro y hierbabuena, a horneo de pan y aliño de aceitunas; vida, en fin, a borbotones, hasta que llegamos al hotel.

Tetuán es la ciudad de las plazas y calles, cafés y azoteas pobladas por un tráfago continuo, por un ir y venir constante, por mujeres que escoden su misteriosa belleza tras los velos o los jaiques, de encantadores de serpientes, de cofrades en fanático éxtasis religioso, campesinos y modernos, judíos que trabajan en interiores sórdidos y mínimos, artesanos, alucinados fumadores de kif, músicos, aguadores y vivencias que nos trasladan a Marrakech. Color por todas partes, exotismo deslumbrante, una ciudad que, en el mejor de los casos, nada desmerecerá la de Bagdad de Las mil y una noches. “Todas las doradas ciudades del Islam se envuelven en un denso velo de enigmas y de sombras; pero ninguna como Tetuán conserva el hechizo tan secreto, un hermetismo tan silencioso, un recogimiento tan inmóvil y tan estático”, escribía Isaac Muñoz en La Corte de Tetuán.

Marruecos, Tetuán.

En cuanto a mis sensaciones durante este retiro a la paloma blanca marroquí, tras tres o cuatro horas de estancia en la ciudad del Yebala sentí que me había convertido en otro hombre, en otro mundo. Llegamos con mucha antelación a la terraza de un café cuyo nombre no recuerdo, tan solo evoco el nombre del Salón Granada por la curiosidad de una barbería perdida en el tiempo y el barbero disfrutando de su kif, situado en pleno Zoco Chico, donde teníamos una cita. Pedimos un té con hierbabuena y flor de azahar al ceremonioso camarero marroquí que se había acercado y, mientras lo tomábamos con ruidosos sorbidos al estilo moruno, me entretuve contemplando el panorama. No era la única terraza; había otras cercanas, que empezaban a llenarse con la llegada de la hora del té. En torno a las correspondientes mesas se arracimaban personas con vestimenta y modos propios berberís. Vendedores ambulantes de periódicos, golosinas y frutas, limpiabotas y pedigüeños pululaban por los alrededores de las mesas y sólo se retraían ante un gesto hosco del cliente o del camarero.

En el camino que nos llevó de la Puerta de Tánger hasta Bab er-Rmús o Puerta de la Luneta, en la Medina tetuaní –donde acudíamos otra cita cuando ya caía la tarde-, nos perdimos un par de ocasiones desorientados por la sucesión de callejuelas, pasadizos y plazuelas con las que nos fuimos topando en un rosario siempre igual a primera vista. Incluso Rachid, que tantas veces se había movido por aquellos vericuetos en sus visitas a Tetuán desde su cercano Tánger, tuvo que preguntar para orientarse. Contribuía a la confusión la variopinta multitud que en todo momento nos rodeaba. El abanico de personas era grande. Prevalecían los tetuaníes con chilaba hasta los pies que casi tapaban las babuchas blancas o amarillas que calzaban y con el remate del tarbuch rojo chillón o el turbante renegrido por la suciedad que acumulaba. También menudeaban los bereberes llegados de las comarcas orientales, se les distinguía por la chilaba corta rayada y su porte alto y sarmentoso. Negros cargados hasta lo indecible, aguadores con sus bruñidas cazoletas colgando tintineantes, pordioseros y mendigos, niños ofreciendo ‘hashish’, todos ellos ocupaban también su lugar en aquel abigarrado panorama humano. Como también los más modernos, ya occidentalizados con sus cortes de pelo, tatuajes, vaqueros que hacían ‘un calvo’, estrechas camisetas y zapatillas de loneta. Nos cruzamos también con muchas mujeres. Unas pocas lucían vistosos jaiques, la mayoría, largas chilabas, pero otras iban con vaqueros y pelo cubierto; las tetuaníes y las procedentes de otros lugares de la Yebala, las más tradicionales, se solían cubrir con sombreros de alas anchas atravesados por cordones de lana multicolor.

Tetuán, Marruecos. Gran MezquitaLa profusión de comercios y las situaciones que se daban en torno a ellos incrementaba la confusión reinante. Surgían tenderetes en cualquier rincón de cualquier callejón o recoveco, bacalaítos más o menos instalados donde se vendía de todo o de nada, y talleres de artesanía y de reparación de cualquier utensilio. Remataba aquel altar de la confusión el paso de animales más o menos agrupados, asnos en su mayoría, a cuyo cuidado iba un individuo que no paraba de gritar ‘¡balak!, ¡balak!’, para llamar la atención de los que, a poco que se descuidaran, podían ser arrollados por los animales que avanzaban a través de la multitud.

La despedida de nuestros amigos, también de la élite intelectual, fue efusiva. Al poco, Rachid y quien escribe se adentraron en el dédalo de la medina que la oscuridad hacía aún más inextricable. Una luz agradable de la luna inundó el lugar. El escaso alumbrado de las calles era irregular. A pesar de la oscuridad, la ausencia de la muchedumbre que solía abarrotar aquellos vericuetos durante el día favoreció que nos orientáramos mejor que a la llegada. Regresamos a la Plaza de Mulay el Mehdi, en el ensanche español de Tetuán, donde se erige la iglesia católica de Bacturia (Nuestra Señora de la Victoria), construida en los primeros años del Protectorado.

TetuánDesde la terraza, donde humeaba la plateada tetera que mezclaba de olor a hierbabuena los múltiples aromas de la plaza, comencé a observarlo todo, quizás lo que estaba detrás de las paredes; y oí voces y hablé a personas y éstas me hablaban; y tanto si tenía cerrados los ojos como si los tenía abiertos, y tanto si mis oídos estaban sordos o no, cumplían su función sin que mediara impedimento alguno. Me veía a mí mismo entre todas las sombras fantasmales… “Ni soñaba ni dormía, ni estaba ausente, sino que era consciente de todo…”, como escribe Wazzani.

Tetuán, la paloma blanca, descrita por los primeros españoles en 1860 como la joya más preciosa del África andaluza. «Nos parecemos tanto, que en España, más que racismo, lo que hay hacia el pueblo árabe es la negación de un parentesco«, comentó Juan Goytisolo en 1988 en Sevilla en la presentación del grupo marroquí Nass el Hall -cuyo nombre en castellano puede traducirse como gente del trance- creado en 1986, cuyo trabajo está guiado por la búsqueda y conservación de un determinado folclor marroquí que conduce al éxtasis místico, como el mío en un viaje a Tetuán.….

Pues eso, Masa’a AlKair (buenas noches). Fi sahitak! (Salud!).

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Luis Falcón
Luis Falcón
Estudió Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Profesional de la comunicación en diversos medios como RTVE, Pueblo, Ya, SER, Tribuna de Salamanca, Salamanca24horas, Noticias Castilla y León...
Colaborador en diversas revistas especializadas en arte, etnografía y
viajes. Ha escrito varios libros de viajes y etnografía.
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Tags: BagdadchilabashierbabuenaLuis FalcónMarrakechmarroquíMarruecosMedinaTángertéTetuánvelosyebalazoco

5 Responses to “Tetuán, la paloma blanca del Yebala”

  1. 03/04/2017

    Antonio Golpe Cobas Responder

    Luis Falcón la describe perfectamente,para los que paseamos,tomamos t’e moruno,pin hitos cordero en una Camila carcañal a Laucien con los jefes LLAMADOS EL RUBIO Y EL PINTAO» el primero por el color del pelo y el segundo por las secuelas de. La viruela. Tambien es extraordinario una visits a XAUEN . Los años pasan pero los recuerdos permanecen.Vuelvo a repetir GRACIAS TETUAN

  2. 02/12/2016

    Antonio Golpe Cobas Responder

    Quiro recordar a mis amigos del regimiento de carros. En primer lugar a todos los que coincidimos como alféreces ,tales como Sixto Arman,Manuel Ambite ,Jaime Bardaji,Sebastián Panadero, Manuel Sánchez,José A Lozano Gotor,Plana Lozano,Plaza Moreno,Ocaña luzon Castañeda HernandeZ Moreno Bernal,Juzgado del Rincon y de manera especial a los tenientes Antonio Balsa y Antonio Alemparte asi como al entonces capitán Abselan Ben Mohamec Ben Amar. Tetuan es y será siempre un lugar importante de visitar, sobre todo el que llamamos Barrio moro, tambien conocido por La Medina o Casbac Pero no olvidar la parte moderna todo ello construido durante el Protectorado Español.Quiero recodar a todos los que convivíamos en el año 1954 tomando los pin hitos y el te moruno en la plaza de España y los bailes en la Hipica ubicada en la residencia de oficiales en donde estuve durante los seis meses.

  3. 04/03/2016

    Antonio Golpe Cobas Responder

    Estuve seis meses haciendo la milicia universitaria y fueron unos meses extraordinarios los compañeros de Laucien, los de la residencia de oficiales t el calmen que conoci a la que hoy es mi mujer. No solo la parte europea creo que su barrio moro (alcazaba, medica o casaca) asi como el barrio judío luneta. Todo ello maravilloso ,tengo añoranza de esa epoca GRACIAS TETUAN POR TODO.

  4. 13/03/2014

    Azahara Responder

    Es un goze para el alma leer artículos escritos con tanto cariño, que hacen que una se enamore de lo que lee. Gracias.

  5. 05/03/2014

    Lucia Romero Responder

    He caminado por esas calles blancas oyendo la música, percibiendo el humo de un té humeante con hierbabuena y embriagándome con el perfume de la flor de azahar. Ese barullo de la gente andando, comprando, vendiendo , la fragancia de las especias, los colores rojos, verdes, azules y la maravillosa manera de redactar del autor de este precioso artículo, me han enamorado…..

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