Segundo artículo de la serie: La Respiración y la Danza. Por Eva MonRo.
La respiración es realmente el primer movimiento del cuerpo, que se activa al nacer, y de ese movimiento depende el cómo se integran los diferentes componentes de nuestro cuerpo, si lo hacen de una forma armónica o de una forma descompensada. Desarrollaremos más adelante esta reflexión.
A los siete meses de gestación, el sistema respiratorio del feto posee todas las estructuras necesarias capaces de iniciar la respiración ante un eventual parto prematuro. A medida que el feto se desarrolla disminuye la actividad de la placenta, con lo cual el aporte de oxígeno se reduce paulatinamente hasta cesar por completo al momento del nacimiento. En ese instante aumenta la presión de dióxido de carbono, con lo cual se estimula por primera vez el centro respiratorio del neonato que responde con una inspiración, nuestro primer movimiento fuera del cuerpo de nuestra madre.
Cada respiración es un ciclo completo de inhalar el mundo hacia dentro de ti, reclamando aire para vivir, abriéndonos al universo, y de exhalar entregando tu aliento al mundo, viajando a nuestro interior.
“Cada inspiración es una expansión, cada espiración una contracción… Como el pulso mismo del Universo.” Martha Graham.
Sabemos (aunque la mayoría no nos paremos a pensar mucho en ello) que según qué actividad estemos realizando respiramos de una u otra manera. No respiramos igual al cantar que al dormir o al correr. Igualmente nuestra respiración es diferente si estamos cansados, enfadados, relajados o llorando. Por lo tanto, no hay una única manera adecuada de respirar, sino maneras adecuadas a cada momento. Nuestra respiración refleja el esfuerzo emocional y físico de cada circunstancia que vivamos.
La actividad respiratoria está regida por zonas del sistema nervioso que forman parte del subconsciente. Por ello, somos capaces de respirar mientras dormimos, y nunca podremos enfadarnos tanto como para suicidarnos con la frase “pues me enfado y no respiro”.
Y a la vez, también podemos influir conscientemente en nuestra respiración. A través del ejercicio consciente de respirar, somos capaces de modificar nuestro estado anímico, de tranquilizar la mente, de preparar al cuerpo ante un desafío físico e incluso de intervenir indirectamente en funciones corporales involuntarias: oxigenamos todas las células, masajeamos los órganos, mejoramos el riego sanguíneo, nos liberamos de toxinas, nos permitimos emitir sonidos, nos regalamos salud, paz y alegría.
La respiración se realiza en la caja torácica y abdomen, el movimiento en cada inspiración abarca uniformemente los cuatro lados del tronco. Con la inspiración se contraen el diafragma, los músculos intercostales externos, los serratos anteriores y los pectorales. La cavidad torácica se expande. Los pulmones se dilatan al entrar aire oxigenado. La inspiración es un proceso activo.
En la espiración intervienen los músculos intercostales internos, los oblicuos abdominales y el recto abdominal. El diafragma, los músculos pectorales y los intercostales externos se relajan. La cavidad torácica se reduce en volumen. Los pulmones se contraen al expulsar aire desoxigenado. La espiración es un fenómeno pasivo.
Pero de nada serviría poder obtener oxígeno del aire que respiramos si nuestro cuerpo no fuera capaz de hacerlo llegar a todas nuestras células. Y es aquí donde se lleva a cabo el mayor trabajo en equipo entre el sistema respiratorio, el sistema muscular, el sistema óseo y el sistema circulatorio (por no hablar del sistema nervioso, linfático, hormonal, etc). Es gracias a este juego de movimientos entre músculos, huesos, órganos y sangre por lo que la hematosis es posible.
La hematosis es el proceso por el cual el oxígeno del aire inspirado pasa a la sangre y se intercambia con el dióxido de carbono que es impulsado de la sangre a los alvéolos para ser eliminado con la espiración al exterior. Si hiciéramos un símil entre el sistema respiratorio y un árbol, los alveolos serían las hojas del árbol. La hematosis se produce a nivel de los alvéolos (respiración externa) y de las células de todos los tejidos (respiración interna o celular). El aire inspirado, con alta carga de oxígeno, atraviesa por difusión simple la membrana alveolocapilar y llega a la sangre, que tiene menos concentración. Cuando la sangre abandona los pulmones transporta el 97% de oxígeno en forma de oxihemoglobina, quedando un 3% disuelto en el plasma.
El dióxido de carbono formado por el metabolismo celular es volcado a la sangre venosa y captado por los glóbulos rojos y es llevado hacia los pulmones en forma de carbohemoglobina. La sangre que llega a los pulmones tiene más concentración de dióxido de carbono que el aire inspirado, con lo cual pasa a los alvéolos y es eliminado del organismo con la espiración.
Y todo ello se produce en cada suspiro, en cada aliento, en cada instante de nuestra vida. Nuestro cuerpo, pues, está en constante movimiento.
Y como hemos mencionado antes, el sistema esquelético ejerce una función muy importante. Tenemos la idea de un esqueleto que, alcanzada cierta madurez, no cambia. Y por otro lado, sólo le concebimos como “mero” protector de órganos más frágiles o, en el mejor de los casos, como un pilar, un elemento sustentador. Sin embargo, nuestro esqueleto también está en constante movimiento.
El hueso está formado por agua (25%), proteínas y colágeno (30%) y minerales (45%). Es un almacén metabólico muy importante de fósforo, magnesio y calcio (reserva el 90 % de estos minerales), que el cuerpo usa para procesos como la contracción muscular, necesaria para movilizar, por ejemplo, los músculos implicados en la respiración. En el interior de ciertos huesos, además, se dispone la médula ósea roja, creadora de nuevas células sanguíneas. Si, ¡nuestra sangre nace dentro de nuestros huesos! Sangre que transporta nutrientes, oxígeno y dióxido de carbono entre nuestras células y los órganos que limpian nuestro cuerpo.
Por otro lado, los huesos de los oídos juegan un papel importantísimo en la propiocepción, dándonos información sobre la posición, movimiento y orientación de nuestro cuerpo, y permitiéndonos mantenernos en equilibrio o responder eficazmente ante imprevistos del exterior.
Además, en los huesos se insertan los músculos que, como el diafragma, intervienen en el proceso respiratorio. El diafragma, principal músculo inspirador, se inserta en la columna vertebral.
Y desde este punto se integra la relación respiración y armonía corporal, que desarrollo en el siguiente apartado.
- Respiración y Danza. Conclusiones - 28/08/2015
- Respiración y armonía corporal - 28/07/2015
- La Respiración: primer movimiento - 28/06/2015
2 Responses to “La Respiración: primer movimiento”
06/08/2015
Eva MonRoGracias por leer Anais. Un cálido abrazo. Eva
08/07/2015
AnaisEs precioso e interesante. Gracias, Eva, por compartirlo.