Por Zuel.
Egipto es el país estrella en el mundo en cuando a acoso sexual hacia la mujer. A su vez es la cuna de la danza más femenina del mundo y probablemente la más antigua. Una cosa y la otra van bastante unidas.
Recuerdo un episodio en un taxi de El Cairo, viajando con un grupo de bailarinas españolas. El chófer nos preguntaba, entre otras cosas, la profesión. Mala cosa cuando las chicas respondieron que eran bailarinas. Entre bromas y risas el copiloto nos mostró un video de baile en su teléfono móvil. Un baile pornográfico de mujeres en ropa interior, o sin ella, con música de Om Kalthoum. Asombroso.
Y es que ser bailarina en Egipto es, además de una deshonra para la familia, un motivo de burla y repudio. Aparte del rechazo social que genera la profesión, el gobierno de tintes dictatoriales del presidente Al Sisi controla duramente a los artistas, músicos y bailarinas, bajo la excusa de proteger la moralidad del país.
Samir Sabry, abogado de 68 años, mantiene una encarnizada lucha en pro de una moralidad pública más que cuestionable y cuyos objetivos son influir en la política para conseguir implantar su peculiar idea de “moralidad” como forma de control social.
En su currículum aparece como graduado en la Universidad de Boston con un doctorado en derecho comercial en 2000, pero en los registros de la universidad no existe su nombre. Tampoco en la Universidad de Boston ofertan el doctorado en derecho comercial.
Durante su carrera Sabry ha presentado casi 3000 denuncias penales en un país, Egipto, donde cualquier persona puede presentar cargos contra otra por delitos de inmoralidad, insultos a la nación o promover el libertinaje.
En el punto de mira de su cruzada se encuentran artistas, actores, líderes religiosos, políticos de la oposición y, por supuesto, bailarinas de danza del vientre.
De todas formas la última palabra la tiene un fiscal del estado que acaba desestimando muchos de estos casos. Sin embargo la influencia de Samir Sabry en política es notable y su acoso a la libertad de expresión está dando fruto en una sociedad cada vez más reprimida y censurada.
Samir Sabry ha conseguido encarcelar a personajes públicos como Shej Mizo, un religioso cuyas enseñanzas no concordaban con la moralidad de Sabry, o Ahmed Naji, escritor y uno de los escasos políticos de la escasa oposición a Al Sisi. La bailarina Sala al-Masry, que se postuló al Parlamento como fuerza opositora, fue fulminada por Sabry.
Los medios de comunicación también sufren su acoso, como The Guardian, al que acusó de publicar noticias falsas para intentar que el diario dejara de funcionar en Egipto.
“La gente me teme”, presume Sabry.
EL ACOSO CRECE, LA DANZA DISMINUYE
Son muchos los casos de bailarinas, actrices y cantantes que son detenidas y encarceladas acusadas de faltas a la moralidad. En algunos casos acaban siendo absueltas, en otros casos, si son extranjeras, son deportadas a sus países de origen. Otras acaban puestas en libertad bajo fianza.
La ley que regula la danza del vientre en Egipto fue promulgada por el presidente Nasser en 1955, aunque se ha aplicado de forma más o menos suave hasta la llegada al poder de Al Sisi, cuya interpretación de la ley es bastante dura. Algunos artículos de la ley son ambiguos y se prestan a la interpretación subjetiva de quien la aplique.
Según esta ley la bailarina tiene la obligación de llevar el torso cubierto. Muchas artistas se cubren con una malla del color de la piel para disimular, pero ahora esto tampoco lo permiten. La malla debe ser de un color vivo. Sin embargo, la ley no dice nada de las piernas o las caderas, por lo que los diseñadores de vestuario para danza a veces dejan al aire algunas partes de las caderas y, por supuesto, las piernas. “Cumple la ley”, afirman los modistas.
La persecución a artistas, opositores y colectivo LGTB es mucho más dura ahora con el gobierno de Al Sisi que antes con los Hermanos Musulmanes. Las bailarinas egipcias son las más castigadas puesto que pueden enfrentar penas de prisión al ser juzgadas. Las extranjeras, como mucho, son deportadas y multadas. Esto, sumado a la mala reputación de la profesión, hace que las bailarinas egipcias estén en peligro de desaparición mientras hay una avalancha de bailarinas de otros países que llegan a Egipto con el objetivo de triunfar en la cuna de la danza oriental.
En la época dorada de la cultura árabe, entre los años 1940 y 1970, llegó a haber en Egipto en torno a 5000 bailarinas nacionales de danza del vientre, y el arte era respetado y protegido por las instituciones. Hoy apenas llegan a 100 y están perseguidas, mal vistas y son blanco fácil para el acoso sexual. El futuro de la danza egipcia está amenazado, pero, al igual que las pirámides, seguirá resistiendo el paso de los avalares de la Historia.
One Response to “¿Quién vigila la moralidad de las bailarinas de Egipto? ”
12/09/2018
Nadia RiloMuy interesante, me gustan mucho vuestros artículos. Saludos desde Galicia,
Nadia