Por Gemma Martí.
“Mata Hari es Absaras, hermana de las ninfas, de las Ondinas, de las walkirias y de las náyades creadas por Indra para la perdición de los hombres y de los sabios.”
Recuerdo cuando era más jovencita y llegaba el ansiado fin de semana que, cuando me disponía a salir con las amigas para ir a la “disco” o al cine, mi tía, en ocasiones, me decía “niña, ¿dónde vas? Pareces Mata Hari!“. Yo me reía, pero en el fondo no tenía ni idea de quién era esa Mata Hari. Tan solo intuía que debía tratarse de una mujer poderosa, a juzgar por los aspavientos de mi tía.
Con el tiempo conocí la historia de esta misteriosa, bella y exótica mujer, que tuvo encandilados a los hombres antes y durante la Primera Guerra Mundial y que, además de bailar, utilizaba sus artes amatorias para sonsacar información a militares de gran rango y así ejercer de espía, peligroso oficio que inició por amor y que se le dio muy mal, pues fue el desencadenante de su ejecución cuando tan solo tenía 41 años.
“Si alguien dice que me proporcionó información secreta, el delito lo cometió él, no yo.”
Caminando sobre las aguas del mar, por la orilla de Ameland, en los Paises Bajos, Margaretha Zelle, auténtico nombre de Mata Hari, luce su belleza a solas, dejando que su preciosa melena negra rizada baile al son del viento, que sus brazos, de los que aseguraban que eran los más bonitos del mundo, ondearan al son de las olas y que su altura y esos rasgos orientales, que heredó de su madre, lucieran en ese paseo por la orilla del mar con su máximo esplendor. Tenía unos catorce años.
Su padre, un sombrerero que se arruinó, la internó en la Escuela Normal de Lyden a los quince años y el director cayó rendido y obsesionado ante la belleza de Margaretha. Él la inició en las artes amatorias, le enseñó a conocer su cuerpo como mujer, a cómo calcular los ciclos menstruales para no quedarse embarazada y se volvió totalmente loco por ella, hasta que con diecisiete años Margaretha se fue a vivir con su tío, el que siempre le decía “eres demasiado alta para un hombre”.
Pero Mata Hari, acostumbrada a una vida fácil cuando la sombrerería de su padre era fructífera, no se conformaba con su destino. Era una joven de dieciocho años llena de ansias de aventura y romanticismo que anhelaba una vida de lujo y sensualidad. Consciente del poder de su belleza cambió el rumbo de su vida cuando contestó a un anuncio en un periódico de la sección “corazones solitarios” en el que un oficial buscaba esposa.
Mata Hari acudió a la cita poniéndose unas medias como relleno en el pecho, porque sus pechos eran la parte de su cuerpo que no soportaba y que jamás enseñaría en sus actuaciones futuras. Se casó y, aunque la relación con el oficial tuvo un inicio muy pasional, poco a poco fue saliendo el auténtico hombre que se escondía tras el traje militar que tanto adoraba Mata Hari. Y no era precisamente amor y pasión lo que se respiraba en la relación.
Así que la bella mujer de piel morena y rasgos orientales se refugió y dejó seducir por la magia de la pequeña aldea de Java donde vivieron largo tiempo y, mientras su marido se acostaba con jovencitas de la isla, Mata Hari se distraía conociendo las danzas de los nativos y sus costumbres y aprendiendo y disfrutando también de la permisividad sexual que allí existía. Fue entonces cuando empezó a crear su propio estilo de baile, que ponía en práctica bailando una noche a la semana para el club de oficiales. Le encantaba ver la admiración y deseo que despertaba en los hombres, y sentía una fijación fuera de lo normal por los uniformes.
“Amo a los militares, los he amado siempre y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico.”
Con su criada aprendió a bailar con las palmas planas y levantadas hacia el sol fingiendo ser el dios Shiva, pero fue viendo una representación del ballet de Rama, donde las bailarinas iban vestidas con sarongs, y sus movimientos se asemejaban a los de una serpiente, cuando se despertó en ella un sentido nuevo al olfato, la vista, el tacto o el oído, era LA DANZA. Nunca había visto a una mujer moverse de ese modo. Le impactó enormemente.
Tanta felicidad se truncaría un tiempo después cuando su criada envenenó a sus dos hijos por una venganza amorosa. Mata Hari había sucumbido a las artes amatorias del marido de su criada y fueron descubiertos por su hija y por la criada misma, a lo que ésta reaccionó intentando matar a lo que más quería Mata Hari, sus dos hijos. El niño no sobrevivió pero su hija si, aunque ella no sabía que desde ese día ya la había perdido para siempre.
Mata Hari realmente experimentó lo que era “hacer el amor” con un médico de la isla que la tuvo viviendo en su casa, alejada de su familia, a causa de unas fiebres tifoideas. El doctor, con el simple roce del cuerpo de Mata Hari había experimentado un orgasmo, y cuando Mata Hari, una vez recuperada, se entregó a él, lo enamoró perdidamente. Aunque la trató como a una reina, el único hombre que realmente robó el corazón de Mata Hari fue un soldado ruso, sin dinero ni grandes aspiraciones, que supo llegar a su corazón como nadie nunca llegó jamás. Le regalaba flores robadas de algún jardín, le regalaba palabras, le regalaba otros valores que ni la joya más cara del mundo pudo superar.
París fue el escenario de su lanzamiento como bailarina, de mano de uno de sus amantes ricos. Ella misma se encargó de crearse una vida falsa, llena de misterio y exotismo, inventándose que era una heredera de las bailarinas de los templos hindús (devadasi). Con ese “halo“ misterioso y esa danza impactante durante la que se iba desnudando poco a poco… salió a escena.
Fue un auténtico bombazo. Ejecutó una danza espontánea e improvisada fruto de una mezcla de baile camboyano, danza hindú y cabaret, y consiguió dejar al público hipnotizado.
Bailaba desnuda con movimientos serpentinos, muy atrevidos y sexy. En un diario de la época publicaron “Hasta ahora nadie se había atrevido a quedar así, sin velos bajo la mirada de los dioses después de estremecimientos de éxtasis… Mata Hari no interpreta solo con los pies, sus brazos, sus ojos, su boca, sus uñas pintadas de rojo… Mata Hari, a la que no oprime ninguna ropa molesta, actúa con sus músculos y su cuerpo entero”.
En sus actuaciones dejaba su cuerpo totalmente desnudo exceptuando sus pechos. De ahí viene su vestuario exótico y parecido al de las bailarinas orientales, pues tapaba sus pechos con dos semiesferas metálicas adornadas con cadenillas.
Durante su vida como bailarina, a parte de recorrer diversas ciudades como Londres, Viena, Roma, Berlin y Madrid, viajó a Egipto para encontrar más inspiración y aplicarla a su danza.
“La danza es un poema en el que cada movimiento es una palabra.”
Su secretaria y apoyo durante sus años de bailarina y frustrado oficio de doble espía, decía de ella que era mejor artista que Isadora Duncan, aunque viendo su pasión por el mar, más bien creo que podrían haber sido almas gemelas en la danza, que no competidoras entre sí.
Su promiscuidad, ambición, inteligencia, libertad sexual, ansias de conservar su vida de lujo y su atracción por el mundo militar hicieron que tuviera una vida llena de aventuras y emoción y que disfrutara de que los hombres alardearan y ensalzaran sus artes en la cama y cayeran rendidos y atontados a sus pies aunque, en el fondo, careció de muchas cosas, entre ellas del amor de su hija, por la que tanto luchó durante toda su vida para llegar a recuperarla.
“…En Madrid jamás llegué a pisar la calle porque, cada vez que aparecía en la puerta del Ritz, una legión de caballeros arrojaban sus capas al suelo para que caminara sobre ellas, poniendo ante mí una alfombra que nunca se acababa…”
Su hija murió joven, de una embolia cerebral, envuelta en los sarongs y perfumes de su madre, y contoneándose y bailando ante el espejo imitando a Mata Hari. Su belleza era comparable a la de su madre o incluso superior. Perdonó a su madre. En el fondo, desde que era una niña siempre la había llevado con ella en las cajas metálicas de galletas “Mata Hari” que se vendían en la época y cuando ya era mayor visitaba a escondidas la casa de su madre con la esperanza de encontrarse con ella algún día. Situación que nunca se produjo debido a que Mata Hari vivía ya sus últimos días en prisión.
“¿Una ramera? ¡sí! Una traidora, ¡jamás!”
Mata Hari murió fusilada, sola, en manos de esos militares a los que ella tanta devoción tenía, con una calma inusual, y dándoles un beso a los soldados, que apenas tenían fuerzas para disparar contra aquella bellísima mujer, que se había vestido para la ocasión. Realmente fue algo injusto y la cogieron como cabeza de turco, pues el espionaje se caracteriza por la discreción, y con alguien que llamaba tantísimo la atención como Mata Hari eso era imposible. Le tendieron una trampa prometiéndole mucho dinero que ella quería conseguir para casarse con su amor verdadero y poder recuperar a su hija, pero todo fue una trama urdida de fatales consecuencias.
En su ejecución estuvieron presentes el médico que controlaba su salud en prisión y la monja que la visitaba cada día, que poco a poco se había convertido en su amiga, en su confidente. Cuando la monja se enteró de la condena a muerte de Mata Hari lloró desconsoladamente y pasó la noche de antes en vela cubriendo los pasillos de la prisión con mantas y todo lo necesario para que por la mañana cuando los oficiales la fueran a buscar, no hicieran ese ruido estridente con las botas y su despertar fuera lo más placentero posible. Mata Hari le regaló un abrigo a la monja, y ella lo recibió como un tesoro muy preciado y lo usó toda su vida. Nadie reclamó su cadáver. Pero ni la muerte consiguió apagar tan deslumbrante belleza e hipnotismo.
“Si quieres ser un buen fantasma quédate quieto durante casi un siglo. Luego, en el aniversario de tu muerte, empieza a rondar los sueños de un escritor de forma que cuente tu historia como debería contarse.”
Shipman comentó “Fue una mujer que se hizo a sí misma, que se creó a sí misma. Hizo de sí misma alguien que no era y lo hizo brillantemente. Era muy buena bailando, actuando como cortesana y no tenía reparos en lo relativo al sexo. Todos sus amantes se iban felices”.
Está claro que el mito de Mata Hari es imperecedero e inspirador, su vida ha sido llevada a la gran pantalla en diversas películas, quizás la más conocida sea la versión de 1931 dirigida por George Fitzmaurice y protagonizada por la bella Greta Garbo. Y quién no recuerda la versión española en clave de humor “operación Mata Hari” (1968) protagonizada por la entrañable Gracita Morales (foto) y dirigida por Mariano Ozores.
Mata Hari creó un precedente, un estilo de vestir innovador y fantasioso y una danza atrevida que impactó en la moral victoriana de la época.
Nadie sabe a ciencia cierta el misterio de su vida. La carrera de Mata Hari como espía fue improductiva y muy corta. Que ella fuera o no una doble agente es algo muy discutible. Su ejecución por parte de los franceses pudo haber sido un grave error por parte de la Justicia. Sin embargo, no ha sido su labor de espía lo que ha hecho que la recordemos y admiremos hasta nuestros días, sino su danza exótica e improvisada con toques teatrales y su fama en dar placer a los hombres lo que realmente hizo de Mata Hari un mito.
Lo que está claro es que cuando oimos el nombre de Mata Hari nos viene a la mente la imagen de una mujer bellísima y poderosa con un vestuario muy atrevido y un encanto fuera de lo normal.
5 Responses to “Mata Hari, la bailarina de fuego”
29/07/2011
Cris Martín29/07/2011. Cris Martín. Intenso, emocionante, intrigante, interesante y muy bien escrito… Gracias Gemma por traernos estas historias que, probablemente, si no fuera por ti y esta gran revista, no conoceríamos…
01/07/2011
AlimaLeyendo este estupendo articulo sobre la vida de Mata Hari me di cuenta de que la foto que me ha acompañado durante tantos años es el rostro de esta bella y rompedora bailarina. Recuerdo que lo recorté de una revista antigua de fotografía que alguien no quería y acabó en mis manos, era de un papel más gordo de lo normal y resistente, me gustaba recortar imagenes que guardaba en un carpeta, algunas pasaban a decorar las paredes de mi cuarto, muebles, libretas, y el rostro de Mata hari en aquella foto sepia pintada en azul y dorados, ataviada con unos grandes pendientes, collar, diadema con esa penetrante mirada, me fascinó tanto que ha estado en mis diferentes casas decorando varias estanterías y un armario blanco ahora……..
26/06/2011
maria jose viladrichhola soy majo.Bailo danzas arabes hace 7 años. Hoy tengo 14 años y he comenzado el profesorado de esta danza, me encuentro en 1 año..me esta gustando bastante..mi academia se llama «Siboney». Mi profesora es Rocio Siboney Rapiman y el profe de mi carrera se llama Ismael, y el apellido no me acuerdo pero ambos son unas personas geniales. Me han pedido buscar informacion sobre 5 bailarinas egipcias y la verdad que me es de mucha honra dictar esta bibliografia. Es muy interesante!! espero algun dia llegar a ser tan importante como varias bailarinas alas cuales admiro ej:Sahida!! muchas gracias me fue de mucha ayuda!!. Majo!!
10/05/2011
BETINABETINA. ME ENCANTO EL ARTICULO!!! YO HAGO DANZAS ARABES Y COINCIDO TOTALMENTE CON TODO LO QUE TRANSMITE ESTA BELLISIMA DANZA.
09/05/2011
CarolinaMe ha encantado y me ha parecido muy interesante.