El mensaje oficial en torno al Día de la Danza se contradice con la realidad política y del sector.
Auxiliadora Aguilar Belmonte.
Llevo cuatro décadas centrada en la enseñanza de la Danza (especialidad de Ballet) en el Conservatorio Profesional de Danza Luis del Río de Córdoba. Numeroso alumnado llega, con sus mochilas llenas de ilusión, para aprender a bailar y, con suerte, ser un profesional… alcanzar el éxito, la fama o ser pedagogo… Siento la danza como una experiencia gratificante, además de ser mi profesión. La danza atrae a mayores y pequeños y… es una superviviente dentro del mundo de las artes en cuanto a apoyos institucionales se refiere.
El relato oficial narra que las Enseñanzas Artísticas, en especial la Danza, son nuestro Patrimonio Inmaterial (Flamenco), escuela de valores artísticos, éticos y cívicos. Un bien público inestimable. Durante mucho tiempo, tanto la enseñanza oficial o privada de la danza, como las compañías, han sobrevivido gracias a la fe y a la voluntad férrea de sus profesionales y maestros. El alto coste, la prolongada sequía económica, más el IVA, la ausencia de una planificación a largo plazo, la escasa formación e información en los diversos niveles educativos obligatorios, o la misma división del sector, desorientado por sus egos personales… es la cara invisible de la danza.
Con dolor observo cómo muchas academias, centros o escuelas, pequeñas compañías, no pueden competir y han de echar el cierre. Ni qué decir tiene de los contratos basura o sueldos impracticables… Esta otra cara invisible desdice el pomposo relato oficial.
El día internacional de la danza es una convocatoria visible para comunicar que la danza es una marca, producto necesario, bien saludable cada fin de semana para el espectador; esto requiere programaciones de espectáculos a largo plazo, para atraer y captar a nuestros espectadores. Al mismo tiempo, es una llamada a la unidad del sector, para crear un proyecto común, que dé oportunidad a nuevos talentos: a bailarines, coreógrafos, productores, cuya formación y contenidos son rifados allende del mar y de los Pirineos. Urge una ley Orgánica de las Artes Escénicas que ponga orden al caos reinante. Ni que decir tiene la homologación, ya, de las Ciencias de la Danza, en su marco universitario y europeo.
Una dignificación artística y laboral, ni más ni menos. Se trata de comunicar una experiencia estética, espiritual y social, para cualquier tipo de público. La danza se convierte en una fuente transversal de salud y felicidad, a medida que te adentras en su universo simbólico. Es el único arte que no necesita de subtítulos.
Auxiliadora Aguilar Belmonte.
Catedrática de Ballet en el CPD Luis del Río. Córdoba.
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