Por Zuel.
Una casa. Una cocina. Una familia marroquí. Un vecino, o amigo, o pariente entra hablando fuerte y saludando con efusivo cariño a todo el mundo. Se habla de cosas aparentemente sin importancia mientras descubre la darbuka del rincón. La coge. La mira. La toca.
La madre, con su túnica y sus zapatillas de andar por casa y su tono siempre desenfadado comienza a bailar danza del vientre sin dejar de hacer lo que tenía entre manos: un buen té.
Se canta, se ríe, se baila. En definitiva: se comparte.
Un escenario de una sala de fiestas. Una bailarina española, una argentina y una rusa… igual que en los chistes. Música en lata, cámaras de vídeo y algo de alcohol. Trajes caros y mucho glamour. No se canta, no se ríe, no se baila. En definitiva: se compite.
Porque sí, porque en Occidente se compite. Tenemos la necesidad de exhibirnos para sentirnos «alguien», o quizás para sentirnos «más que el otro».
Y es que estamos alienados por los medios, que constantemente nos empujan a tener más que el vecino para sentirnos mejor. Es por eso que nuestra sociedad tiene una gran falta de autoestima, porque el estilo de vida que los medios nos invitan a comprar es inalcanzable. Y lo que alcanzas lo consigues comprándolo con dinero, no con tu esfuerzo y superación, lo que alimenta la sensación de ser un poco inútil.
La mujer se lleva la peor parte. Se crea un ideal de belleza femenino que, además de antinatural e insano, en la mayoría de los casos también es inalcanzable. Pero creemos que con ese cuerpo diez nos sentiremos más valoradas, más respetadas y estaremos por encima de las demás. Alguien hace negocio con nosotros arrebatándonos la autoestima y queriéndonosla vender después.
Si no somos críticos con los medios, fácilmente perdemos el norte, y la danza del vientre es un instrumento ideal para dejar en evidencia esa falta de rumbo. Tener el traje más caro, la música más espectacular y la coreografía técnicamente más perfecta es maravilloso, pero no nos hace ser más ni mejor persona si perdemos la esencia del ser humano: la tribu, el compartir, el bailar para disfrutar, para estar saludable, para relajar y estar feliz.
Es como la cáscara brillante de un fruto que está vacío. Y lo que realmente alimenta es lo de dentro.
Una mirada, un gesto coqueto, un toque de complicidad, una sonrisa, un derroche de sentidos… todo eso, con buena música y unos cuantos meneos es como descorchar una botella de champagne que explota de felicidad. No habría mejor cosa en esta sociedad en crisis (de valores) que recuperar la condición de humano… para sentirse divino.
4 Responses to “Danza del vientre para perder el norte”
03/10/2012
Gemma MartiMe quedo con la ultima parte «Una mirada, un gesto coqueto, un toque de complicidad, una sonrisa….»
Estuve en una boda marroquí-catalana. El momento del baile fue mágico…de repente las hermanas de la novia y los hombres formaron un círculo improvisado y el hermano de la novia, vestido a lo occidental con pantalon gris de pinzas y fabulosa camisa blanca, llevó sus pasos al centro del círculo bailando con sus brazos alzados y dedicándonos una sonrisa brutal. Ese momento fue mágico, único y especial. Ese hombre tenía ángel. Daba igual que estuviera en un restaurante y que llevara ropa occidental, su danza traspasó cualquier frontera. En ese momento él era el artista. En ese momento él llenó de emoción a todos. Aqui no vale ni una orquesta, ni un fabuloso traje, ni un fabuloso escenario….aqui vale la autenticidad, esa sonrisa, esa danza que salía desde dentro, esa FELICIDAD!!!! nunca lo olvidaré.
22/05/2011
NeelaNo creo que el enfoque este del todo bien en el artículo, ya que no fueron los occidentales que inventaron esta competicion en la danza, siempre ha existido y sigue existiendo en el mundo árabe, las propias divas de la danza lo reconocen, Samia Gamal x Tahia Carioca, Najwa Fouad x Suhair Zaki x Fifi Abdou, cada cual disputando por tener el mejor músico, el mejor traje, el mejor show, aun que luego se llevasen bien, este tipo de «disputa» siempre fue normal en el medio profesional, entonces no es lo mismo comparar la danza a nivel amateur, pq seguro q todas estas bailarinas de arriba también disfrutaban de sus tes en sus casas y bailaban relajadas, cuando estaban en un escenario, la cosa cambiaba…y eso no quiere decir que no bailasen bien pq llevaban el traje de la moda, ni disputasen por tener los mejores músicos. Hasta hoy esto sigue pasando entre las bailarinas de renombre, así que eso de la competencia no es un mal occidental, esta en todas partes y aun que muchos quieran ver solamente el lado poetico de la danza, la verdad es que en la hora de la verdad, llevar un buen traje, bailar con buenos músicos, tener los mejores managers les permite hacer un nombre respetable, y claro todo eso si no bailan bien no se les puede hacer nada, pero las cosas van cogidas de la mano, pero cuando las ves, no dudas que ellas disfrutan y mucho de sus danzas.
30/10/2010
SuCuánta razón tienes!! como espectadora, disfruto mucho más cuando la bailarina expresa con todo su cuerpo lo que siente al bailar y la ves disfrutar, sonreir, sudar, despeinarse y seguir siendo bella, eso es arte y no tiene precio!! Lo demás… ya lo has dicho todo tú, sobran las palabras!!
Un beso desde Barcelona!!
29/06/2010
MariMe ha encantado la reflexión, sí señor. Ojalá un día de estos seamos capaces de dejarnos de tantas gilipolleces y podamos llamar «al pan, pan, y al culo, culo», y podamos entonces reir, bailar, llorar, cantar… lo que sea juntas y juntos sin tener que estar pendientes del precio de los zapatos que lleva el otro…
Vamos a decirlo a gritos!! A ver si se entera alguien!!! Que somos hermosos tal y como somos!!! Joder!!!
He dicho.