Por Larissa Vesci.
Desde muy pequeña me pregunté: «¿Cómo hizo mi abuela materna?». Ella, con una viudez recién estrenada, era madre de cinco hijos de los cuales tres tenían que ser mantenidos y estaba llena de deudas después del fallecimiento de su primer marido, con quien se había casado a muy temprana edad. Él era un hombre adinerado y poderoso, mucho mayor, que se había fijado en ella siendo casi una niña y quien fue el sostén de la familia hasta el final de sus días. Tuvo ella que hacer frente a lo que quedaba de un negocio familiar, enfrentándose a empleados y socios sin siquiera haber traspasado la puerta de salida de su casa familiar… Mágicamente (no podría conseguir otro término), pues logró, en pocos meses, ser pretendida y desposada por el hombre más deseado de su entorno inmediato: mi abuelo Antonio. Un caballero de origen europeo, guapo, solterón, sin hijos, con gran solvencia económica y quien, durante muchos años, fue el objetivo de bellas chicas solteras de la localidad.
Al transcurrir los años, señoras de mi entorno familiar y yo misma tratábamos de descifrar, a menudo, el enigma: «¿Qué es lo qué tenía mi abuela que no tenían las otras damas para cautivar a quien se convertiría su esposo y a mí en la afortunada nieta mayor de mi adorable abuelo?». Ese señor adoró a mi abuela hasta el final de sus días, a la vez que fue un atento padre, responsable y protector de sus hijastros y nietos. También la colmó de regalos, libertad para estudiar y le obsequió viajes. Siendo honesta, como «esposa amada» observé en la madre de mi madre a una mujer exitosa y, secretamente pensaba que, por ser su nieta, yo era legítima heredera de ese yo no se qué del cual gozan ciertas mujeres para, sin mucho esfuerzo, ser amadas por los hombres que escogen como «hombres de sus vidas». Al respecto, me viene a la mente una orgullosa reflexión que le escuché a una señora en una peluquería: «yo me doy el lujo de elegir lo que quiero y no lo que puedo».
¡Qué diferente era mi abuela de aquella gerente llena de logros que me dio un valioso consejo para ser una «mujer exitosa«! Pero, en esencia: ¡cuánto se parecían entre ellas! En algún punto demostraron que ambas tenían asignaturas pendientes en la vida como «mujeres exitosas» de acuerdo a mi naciente escala de valores.
¿Cómo y cuándo reconocer el instinto maternal?
Durante la búsqueda de la fórmula «mujer exitosa», según la apreciación de la gran mayoría de las personas que me guiaron en la elaboración de mis propios paradigmas, no podría faltar la reflexión de: «¿y los hijos?«. Claro está, dentro de los planes para ser una mujer exitosa van incluídos unos hijos hermosos, saludables, felices y que, cuando se conviertan en adultos, sean prósperos, bien casados y exitosos. Como sucede en todo, hay que comenzar por el principio: soy de las que cree que que sin instinto maternal no se puede tener hijos pero… ¿Cómo y cuándo reconocer ese instinto?
Una hermosa anécdota me llevó a identificarlo y hasta a conectarme con ello de forma ancestral. Durante una época en la que tenía tres perritas y un perrito en casa, por recomendación del veterinario convenía que, antes de esterilizar a las hembritas, fuesen madres una vez. Como era de esperarse y, sin tiempo que perder para el macho, se desarrolló un proceso de gestación casi simultáneo por parte de las tres hembras. Acercándose el momento del parto de cada una yo preparaba el lugar donde habría de dar a luz cada vez la futura madre y, en el mismo momento del parto, aunque consciente de que la parturienta no necesitaba mi ayuda, me acercaba a ella y, con una alegría y ternura viscerales, me ponía al servicio de ella y sus crías como comadrona, acompañada por las otras dos perritas que, a diferencia del macho, éramos bien recibidas en el territorio de la perrita mamá. A los pocos días de nacer los cachorros y, dentro de un ambiente de complicidad y entendimiento tácito, las dos perritas no gestantes comenzaban a producir instintivamente leche materna. Mi labor en ese momento se limitaba a turnar el acercamiento de los recién nacidos tanto para con su madre biológica como para con sus «nodrizas». También me dedicaba a acariciarlos y acompañarlos. En esos momentos surgía una tregua entre ellas y, de forma temporal, dejaban atrás su innata rivalidad.
Nunca indagué si eso sucede siempre así en situaciones análogas o simplemente fue producto de la casualidad. Personalmente sentí, por primera vez, un instinto como de mamá-abuela y creo que comencé a interesarme en el misterio de la maternidad y en los porqués al respecto. ¿Por qué no se le permitía el acercamiento del macho aunque fuera el progenitor de los cachorros y, sin embargo, le era permitida la entrada, permanencia y colaboración instintiva a las otras dos hembritas, aún cuando cotidianamente éstas no se llevaban del todo bien entre sí? ¿Y por qué yo estaba convencida de que – sin temor a equivocarme – tenía ante mis ojos a los perritos más bellos y dulces del mundo? Desde esa etapa de mi vida comenzó a desarrollarse en mí la creencia de que definitivamente para entender a una madre hay que ser madre… y todas las mujeres nacemos «madres». Como mujer, aún cuando hasta ahora no haya tenido hijos, estoy convencida de que existe una felicidad intrínseca en el solo hecho de ser madre. También creo que, tarde o temprano, ese instinto puede emerger incluso en situaciones inverosímiles.
A propósito de esta anécdota vuela hasta mi mente la experiencia actual de la madre de una gran amiga. Me refiero a una ama de casa de clase media. Es una dama sin grandes ambiciones, con un esposo jubilado y que, con algo más de sesenta años, proyecta ser una mujer dichosa y completa. Es madre de tres hijos, siendo todos ellos profesionales brillantes, con abundancia de recursos económicos, emprendedores y exitosos, que viven en diferentes países. Es abuela de cuatro nietos hermosos, robustos y saludables. Ahora mismo ella se dedica a viajar por placer junto a su esposo. Todos los viajes son pagados por sus hijos. Desde su juventud no se ha caracterizado por tener gracia ni de gozar de excelentes atributos físicos. Tampoco posee ningún título universitario, no ha desarrollado ninguna carrera y no sé si se casó por amor, si su esposo la ama de verdad o simplemente está acostumbrado a ella. Realmente, desde hace años, y ahora más que nunca, a ella se le ve serena y feliz. Muchas veces me he preguntado: ¿Qué tiene la madre de mi amiga para que, sin grandes pretensiones, esfuerzo, carrera laboral exitosa, belleza o cualidad personal fuera de serie siempre se presente tan plácida, plena y hasta parezca realizada de forma auténtica en un papel que es vital para muchas mujeres?
A partir de esa última interrogante creo que la voz de la Tierra estaba a punto de comenzar a darme las respuestas y no pasarían muchos años para que surgiera una interesante y transformadora revelación…
«Gaia, la que ha sido fecundada por el semen del cielo, siendo el vientre de la diosa -madre de todas las madres- depositario de infinitas estrellas, pare a sus criaturas amasándolas con agua y tierra; les amamanta con la leche de su danza sagrada. Da la vida y acoge a todos por igual en su regazo cuando mueren, guardando en la memoria de sus entrañas el recuerdo de sus historias y divinidad de espíritu que algunos llaman INCONSCIENTE COLECTIVO» .
Fin del capítulo 2 de Arte y Femineidad: la danza de la Diosa.
Índice de «Arte y Femineidad»:
Capítulo 1: Ruptura de paradigmas.
Capítulo 2: Preparando la fórmula de «mujer de éxito».
Capítulo 3: A punto de conseguir la fórmula secreta del éxito.
Capítulo 4: Arquetipos femeninos: Deméter y Perséfone.
Capítulo 5: Arquetipos femeninos: Hécate y Hera.
Capítulo 6: Arquetipos femeninos: Atenea y Artemisa.
Capítulo 7: Arquetipos femeninos: Hestia y Afrodita.
Capítulo 8: Es posible ser la mujer exitosa que queremos ser.
Capítulo 9: Los 5 Reinos Mutantes.
Capítulo 10: Los 5 reinos mutantes: Reino del Agua.
Capítulo 11: Los 5 reinos mutantes: Reino de la Madera.
Capítulo 12: Los 5 reinos mutantes: Reino del Fuego.
Capítulo 13: Los 5 reinos mutantes: Reino de la Tierra.
Capítulo 14: Los 5 reinos mutantes: Reino del Metal.
Epílogo: Entre Diosas y Reinas.
2 Responses to “La danza de la Diosa II. Preparando la fórmula de «mujer de éxito»”
14/06/2012
TeresabailadenochePrecioso artículo, preciosas fotos y preciosa anécdota la de las perritas. Me he emocionado.
30/05/2012
GemmaCreo que dentro de cada mujer hay una característica que «cautiva». Cada mujer es un tesoro diferente. Mi madre, cuando sonríe, me ilumina el dia, me calma y me da paz. Mi amiga me transmite ilusión. Mi profesora hizo crecer en mi ansias de aprender más y más. Mi enemiga energía suficiente para no ponerme a su altura y saber crecer como persona. Asi que yo me pregunto ¿no será que cada mujer es cautivadora? cada una a su manera, pero la palabra mujer es hermosa. Larissa, que interesante todo este tema. Precioso y cautivador. Esperando al próximo capítulo!!!!! tu si que «cautivas» con tus maravillosas letras 🙂